Es incuestionable que la sociedad a lo largo de la historia castiga con mayor severidad a la mujer que al hombre. La mujer desde un inicio, ha recorrido un camino empinado y plagado de obstáculos y dificultades que se refleja en el escaso reconocimiento que ha tenido en la historia, en la literatura, en el arte y en la ciencia. Esta falta de protagonismo obedece tanto a los obstáculos mismos que la sociedad les impone para desarrollar sus propias capacidades, como a la falta de reconocimiento para aquellas que sí han logrado éxitos y conquistas.
La discriminación que sufre la mujer tiene múltiples formas, no goza del mismo acceso al trabajo que los hombres, su sueldo o salario en iguales puestos siguen siendo menores al de los hombres, se le dificulta más el acceso a los servicios financieros y a la información digital y todo ello sumado a la violencia doméstica, producto de la sociedad machista en la que muchos hemos sido educados.
En pleno siglo XXI, con la información y el conocimiento al alcance de nuestras manos estamos en la obligación como sociedad de evolucionar y hacerlo de una manera más ágil y rápida que las generaciones anteriores. Debemos promover el empoderamiento de la mujer, no sólo por un tema de género, que debemos reivindicar, sino porque es beneficioso para el desarrollo mismo de la sociedad. No podemos privarnos de las virtudes y extraordinarias capacidades que tienen las mujeres, es el momento de garantizar igualdad de condiciones.
Son muchos los países que están desperdiciando gran parte de su mano de obra productiva y es por eso que, la inclusión efectiva de las mujeres en el mercado laboral no sólo debe verse como un derecho y una necesidad, sino como una oportunidad económica para cada país. Mientras más mano de obra capacitada se tenga, mayor producción habrá, lo que se traducirá en mayores y mejores índices económicos.
Para conseguir una mayor igualdad es imprescindible cambiar la cultura y la práctica de hacer negocios y ello solo se podrá hacer con la participación activa de los diferentes actores: el Estado, elaborando e implementando normas y políticas públicas acordes a los objetivos y velando por el efectivo cumplimiento de las leyes, el sector empresarial, incorporando a la mujer como mano de obra productiva , y la sociedad civil, apoyando las distintas organizaciones de mujeres para hacer sentir sus voces y promoverlas.
El cambio es irremediable, así que o tomamos el camino empedrado, resistiéndonos a lo sensato e inevitable; o decidimos participar activamente del cambio cultural asegurándonos mayor prosperidad para todos y un mejor país para las futuras generaciones.