Privacidad versus Salud, ¿son verdaderamente opuestos?

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En Latinoamérica últimamente existe un debate relacionado a las implicaciones legales y derechos de protección de la privacidad o intimidad de los datos de las personas; en el contexto del desarrollo de tecnologías para la gestión de la salud pública en el combate al COVID-19. Sin embargo, me pregunto si realmente estas iniciativas de gestión están en bandos opuestos.

Lo primero es ubicarnos en el contexto, donde estamos siendo testigos de una propagación inédita de un virus capaz de contagiar gran parte de la población en un lapso de semanas, con poder para desestabilizar a los mejores sistemas de salud y develar las falencias existentes en instituciones gubernamentales y otras empresas de corte comercial.

Con estupor observo la división de criterios entre países hermanos que históricamente mantenían relaciones de intercambio sanas y robustas. Por otro lado, desafortunados comentarios por parte de algunos líderes internacionales que evidentemente rechazan la evidencia científica, entre un sin número de hechos que acontecen diariamente.

Ahora bien, bajo este contexto, afortunadamente, la mayoría de los gobiernos a nivel global entienden que nos encontramos en un estado de excepción, donde prevalece la necesidad de proteger la vida de las personas, dando énfasis a las más vulnerables. La mayoría de los jefes de estado asocian esta pandemia a un estado de guerra, y concuerdo con la apreciación.

Muchos derechos han tenido que ser sometidos a restricciones, por ejemplo, el derecho al libre tránsito, del que muchos están adoleciendo porque refleja un impacto a sus ingresos, pero que ha aportado en cierta medida al control de la propagación. En línea con el tema de los derechos, existe uno al que quiero referirme, y es el derecho a conocer si estoy en riesgo de contagio.

Las tecnologías de información están apoyando a los sistemas de salud pública con las más efectivas herramientas contra el Covid-19. Parten de la necesidad de recabar datos de las personas sobre su condición de salud, cumplimiento de cuarentena, actividad social y rutas de movimiento; de modo que los Ministerios de Salud y los Sistemas de Seguridad Social puedan trazar la ruta de contagio, para lograr advertir y proteger las personas que corren peligro. Además de aislar únicamente a las personas y lugares específicos sin tener que paralizar todo un país y por ende su economía.

Hoy en día compañías como Google, Facebook y Apple cuentan con tanta información que hemos suministrado, que nos conocen más que nosotros mismos. Los hemos autorizado a que utilicen nuestros datos de búsqueda y ubicación, para que nos ofrezcan la promoción del mes según nuestras necesidades de ese momento y todo esto, sin ley que medie en esta relación.

¿Por qué no podríamos darle herramientas a nuestras instituciones de salud para que usen nuestros datos para la protección de nuestra vida y la de nuestros adultos mayores, sin paralizar toda una economía? Sobre todo, partiendo de la base que las herramientas modernas de inteligencia artificial que ayudan a trazar el contagio, disponen de funcionalidades para garantizar la privacidad de las personas y ponen a disposición de las autoridades competentes, auditorías sobre el buen uso de los datos, todo ello inspirado en las regulaciones más estrictas a nivel mundial como la General Data Protection Regulation, conocida como GDPR.

En una situación de guerra como en la que nos encontramos, se requiere formar filas para cubrir a nuestros servidores de salud y a nuestra población vulnerable. Se requiere construir sobre la base de que la economía resista los embates de este enemigo que llegó para quedarse. En estos momentos lo más importante es conciliar posiciones, sin menoscabo de la protección de los derechos de privacidad. En lo que hay consenso es que nadie quiere ver morir a un ser querido y tampoco ver sus fuentes de ingreso desaparecer por el cierre de más negocios (grandes y pequeños). Necesitamos actuar ya y darles herramientas a nuestros gobernantes para combatir con inteligencia esta pandemia.

Siguiendo en la línea de la analogía del Barco y la gran tormenta que pueden ver en este link, ¿acaso el Capitán pondría en riesgo la salud de toda su tripulación, por los derechos específicos de intimidad de un único pasajero?